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Lekuona'tar Manuel Jaunaren Omenezko Idatzi-Bilduma.III Kardaberaz-Bazkuna. 1977    
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SOBRE EL AUTOR DE "TESTAMENTU ZAR ETA  BERRICO CONDAIRA"
 
Jose Garmendia Arruebarrena
 
No anda errado quien ha considerado a Zaldivia como uno de esos "hauts lieux" de la vascología de la mejor especie. En efecto, la villa que, dentro de la geografía de Guipúzcoa, es un fin de mundo y se topa de bruces con la sierra de Aralar —sierra de leyendas y de pastores— es cuna y patria chica de vascófilos notables.

Zaldivia, en su reducido número de habitantes y en una determinada época, conoció el fervor simultáneo de hombres de pro en la literatura bascongada. Ahí están, llenando la primera mitad del siglo XIX, los nombres de Juan Ignacio de Iztuera (1767-1845), cada vez más apreciado por sus aportaciones al folklore y a la antropología vascas; Francisco Ignacio de Jauregui (1767-1829), autor del hermoso, del magnífico “Galbarioco bidea” y Francisco Ignacio de Lardizabal (1806-1855).

Después de revolver revistas y periódicos de provincias y no hallar nada escrito en ellos, fue Ignacio Belaustegui el primero en trazar una semblanza del autor de “Testamentu zar eta berrico condaira” en Euskal-erria (1901, t. XLIV, pgs. 78-82). Finaliza su trabajo aludiendo elegiacamente al olvido de su memoria y la exclamación de Bécquer al contemplar el religioso silencio de las tumbas:

Dios mío, ¡qué solos
se quedan los muertos!