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 JUAN IGNACIO DE IZTUETA: LA REFORMA ILUSTRADA 
DE LAS DANZAS

 
   
 
"Platonec, bere laugarren libru dieronde edo errepublicarenean, izendatzen
duen Damon musico sonatu Atenascoac esaten zuen ezin gambia zitekela
errietaco soñua, non eta gambiatzen etzan bizi-bide errepublicaren(1)"


(Juan Ignacio de Iztueta: Gipuzkoako dantza gogoangarriak., 1824)

INTRODUCCIÓN A LA OBRA DE IZTUETA. SU COMPONENTE APOLOGISTA. (argazkia: Iztueta-Valverde)

Reforma ¿Qué reforma? Cuando en 1824 -una fecha tardía si tenemos en cuenta el periodo que trata, pero de auténtico privilegio dentro del panorama europeo- un casi sexagenario Juan Ignacio de Iztueta publica su Gipuzkoako dantza gogoangarriak, es decir, "Memorables danzas de Guipúzcoa", no hay un solo momento en el que éste afirme llevar a cabo nada que se aparte un milímetro de la tradición, y muchísimo menos nada que se parezca a una reforma: todos los cambios que propone se justifican, en la línea del apologismo vasco, como una vuelta al pasado. Y otro tanto podemos decir del Cuaderno de melodías aparecido dos años más tarde, que incluye la música de algunos de estos bailes. Siempre en búsqueda de esta doble vertiente que ya he señalado: la honestidad de la danza y su función de control social, intentará, a partir de un autor relativamente poco conocido como es Don Preciso, seudónimo del vizcaíno Antonio de Zamácola e Iza, una justificación teórica que compagina el ideario ilustrado con el apologismo vasco(2).

 
 

Juan Ignacio Iztueta (1767-1845) Por Antonio Valverde "Aialde" (1915-1970)

Comenzaré por las características más evidentes que presenta Iztueta: por lo que él mismo se presenta: un continuador de la tradición en la línea del Apologismo vasco. Resumiré brevemente en qué consiste éste. A finales del siglo XVIII, y con el fondo de los incidentes de la Guerra de la Convención, en el que la Diputación Foral de Guipúzcoa había llegado a firmar una paz por separado con los franceses, tiene lugar una auténtica polémica acerca del origen de los fueros, y por ende de la propia cultura vasca. Se suele tomar como iniciador de la misma al canónigo Juan Antonio Llorente, que llegó a ser consejero de estado de José Bonaparte. En su obra Noticias Históricas afirmaba que el pueblo vasco había estado dominado permanentemente por extraños: primero por los romanos y los visigodos, y luego en continua disputa, pero siempre bajo alguna de las monarquías asturiana, navarra o castellana. En su opinión, además, el que los tueros vascos no aparecieran por escrito confirmaba que no se trataba de otra cosa que de simples concesiones reales.

En esta línea abunda el Diccionario geográfico-histórico de España, comenzado en 1799 e interrumpido curiosamente al terminar la parte correspondiente a las provincias vascas. En él participaron Joaquín Traggia, Martínez Marina y otros autores, y en ella estas teorías se expandían al plano lingüístico, afirmando que la lengua vasca era un amasijo incoherente, fruto de la descomposición de los idiomas de los distintos pueblos que habían dominado al vasco, como el romano, el árabe o el castellano.

Estas obras, que desde la visión de nuestros días resultan científicamente insostenibles, originaron una larga serie de escritos en su contra de glorificación de las tradiciones, y del idioma vasco no menos insostenibles, y que han recibido el nombre de “apologismo vasco”. La obra que se suele considerar su iniciadora es la Apología de la lengua bascongada(3) de Pablo de Astarloa, que da nombre a la corriente. Junto a él se alinearon Juan Bautista Erro (antiguo alumno del Seminario de Vergara), el padre Manuel de Larramendi y otros. Las tesis que defienden no eran nuevas, ya que se remontaban a los tiempos de Garibay. Éste se basaba en la Biblia y en documentos de los padres de la Iglesia, como San Jerónimo, en los que se narraba que al producirse el escándalo de la Torre de Babel, Tubal, hijo de Jafet y por tanto nieto de Noé, llegó con su tribu -y su incontaminada lengua- al Pirineo. Garibay llegó a la conclusión de que los vascos descendían directamente de Tubal, nieto de Noé y, en esta línea, no era sorprendente que el euskera fuera la primera lengua que se habló en la Península, que los vascos fueran los primitivos españoles (el llamado “vascoiberismo”) o que la perfección de su idioma fuera tal, que por fuerza fuera Dios en persona quien la enseñara al hombre. En algún caso, se llegó a expresar que tuvo que ser la lengua que hablaban Adán y Eva en el Paraíso.

No es difícil hallar las huellas de esta ideología en Iztueta. El prólogo de su Gipuzkoako Dantzak empieza así (pp. 38-40):

“Nere erritar maiteac, badakigu jatorriz gueradena España utsutsac, anziñacoen eta are lembizicoen etorkiac eta ondocoac; beragatic nasteric gabeco gar bienac, piñenac, leyalenac eta leñargui edo noble-enac: erbesteco nagusiren uztarripetan bein ere egon ez gueradenac. Ez eta egon nai ere. [...]

Guzia zor zaie, araco beren etorqui onari, eta jaiot errico oitura   maitagarri   amodiozco naitasiun   irazekia ízanic, saill necosoai gogotic ekin ta, indar aundico etsai ascoren contra guda gogorrac eguin ondoan guziac garaituric oñ  azpiratu dituzten gure anaia leial biarkilletsu jakintiai. Onelacoac izan ditugu beste ascoren artean señalatuenac, Aita Larramendi bearguilletsua, Astarloa jakintia eta Erro zentzu aundikoa.”
 
“Mis queridos compatriotas: Sabemos que originariamente de somos descendientes y sucesores de aquellos primitivos habitantes de España; por ellos somos los que no tenemos mezcla, los más puros, castizos, leales y nobles; los que jamás hemos soportado el yugo extranjero. Ni lo queremos soportar [...]

A su linaje egregio se debe todo, y a que nuestros sabios hermanos, fervorosamente adheridos a las ancestrales costumbres del solar natal, habiéndose aplicado con tesón a la ardua tarea de conservarlas y luchando fuertemente han vencido contra poderosos enemigos. Los más señalados entre estos muchos vencedores han sido el laborioso padre Larramendi, el sabio Astarloa y el avisado Erro.”

También menciona en este prólogo a otros autores de prestigio, como Hervás y Panduro, que se adhirieron al vascoiberismo lingüístico (p. 40):
“Argatic orain arkitzen guerade euskaldun guzioc, ezin gueiago naikidatu guentzakean atseguingarrizco ondra aundiarekin, aitortzen digutelaco Hervas Panduroc, Masdeu, Scaligiro eta beste guizon jakinti euscaldun ez diradenac beren obra gogoangarrietan, Españiara lendabizi etorri ziraden bixtanle edo pamiliac euscaldunac ziradela. Beraz ezin inore uca-dezake gu aien jatorriac gueradena”
 
 
“En   consecuencia,   ahora gozamos los vascos de una honra que mayor no se puede desear, ya que Hervás Panduro, Masdeu, Scaligiro y otros sabios que no son vascos nos confiesan en sus memorables obras que eran vascos los habitantes o familias que primeramente llegaron a España. Nadie puede, por tanto, negar   nuestra   ascendencia primitiva.”

Por supuesto, si los vascos eran tan antiguos, también sus bailes y su música se remontaban hacia lo más remoto (pg. 74):
 
 
 
“Euscaldunen dantza mota guziac, Jaincoaren Semea guizon eguiñic mundura etorri baño lenagoco dembora aietan-ere, aiñ onestasun aundicoac oi-ziraden, ñola gueroztic ezagutzen-ditugun. Beguira ezazute bada, Don Juan Bautista Erro gure erritar maitagarriac aguertaratu zuen obra gogoangarri, lembizico Abezedario edo Alfabeto primitiboaren 129 garren orrira; non icusico-dezuten argüíro, gure asaba onac beren Aita-lenen Noe, eta onen semeengandic artuta icasi izan-zituzten eguin-bide eta antz prestuac gordacaiatuaz, Jainco eguiazco bacarra laudatzen zuten jostallu egunetan eguin oi zulen dantza-mota, bere Damboliñarekin. Anziña-anziñaco dembora ayetan ere aiñ donedatiac edo religiosoac ziraden Euscaldunac, non, dantzan zebiitzala escuac alcarri ematearekin-beren eguille aundia iraiñdu zezaten beldurraz, mocones edo pañueloac batac besteari emanta ibilli-oi-ziraden, chit modestí-aundiarekin: izendatu deran toki-berean icusten-dan bezela. ¡Ojala gaurco eguneco Euscaldunac irudicatuco baguinituzke, era doatsu ayetaco gure asaba zorionecoac, ala dantzaco onestasunean, nola gañeraco oitura eta eguiñ-bide prestu guzietan!”  
 
 
"Dicen que todos estos bailes vascos, aun en los tiempos anteriores a la venida del Hijo de Dios hecho hombre, eran tan honestos y discretos como los conocemos después. Ved la memorable obra Alfabeto Primitivo que nuestro querido compatriota don Juan Bautista Erro publicó, en su página 129. Allí veréis claramente que nuestros venerables antepasados habían aprendido y tomado del patriarca Noé y de sus hijos las danzas y diversiones que, guardando sus obligaciones y dignos ejemplos, solían ejecutar los días de fiesta al son del tamboril, para dar loa y alabanza al único y verdadero Dios. Los vascos eran, aun en aquellas épocas antiquísimas tan religiosos, que al bailar, temiendo ofender a su Supremo Hacedor, con sólo dar la mano entre sí, solían guardar muchísima modestia, dando el pañuelo el uno al otro, como lo trae en la misma página que he citado. ¡Ojalá imitáramos los vascos de hoy a nuestros felices antepasados, así en la manera de bailar, pudorosa, como en todas las demás costumbres y formas de bien portarse!"
De modo que los antiguos vascos no sólo eran religiosos antes de la llegada de Cristo, sino que ya entonces bailaban al son del tamboril, y por lo visto muy a la moda, porque incluso usaban los famosos pañuelos entre las manos que tanta guerra daban en la época. Todos estos trabajos se tomaron los hijos de Noé. Un poco más moderno parece ser el txistu, pero no así el tamboril (p. 50):
 
 

“Munduan ezagutzen diraden soñu-mota guzien artean lenengoa da damboliña, zeñaren chilibitua, are guerozcoa bada ere, usatzen dan   euscal-errian  historiaric zarrena baño lenagotanic, esaten diguten bezala guizon jakintiac:

 

 

“Entre los diversos instrumentos músicos que se conocen en el mundo, el primero es el tamboril; y su txistu, sí bien posterior a él, se ha usado en el País Vasco antes del periodo histórico, como nos dicen muchos sabios varones:

 
Instrumento propio y peculiar del país que algunos autores creen ser la famosa bascatibia de los antiguos, como si dijéramos la flauta de los bascongados(4)

A estas alturas parecerá extraño que nos asombre cualquier afirmación que vaya en esta línea, pero quizá pueda hacerlo aún el hecho de que la referencia de esta cita sea... el Diccionario geográfico-histórico de España, de los citados Traggia, Martínez Marina, etc. Iztueta los cita muy probablemente como muestra de la evidencia de sus afirmaciones: hasta los autores más decididamente antivascos las sostienen, aunque, eso sí, con un discreto: “algunos autores creen...”. El hecho de que fuera el tamboril el instrumento más antiguo del mundo era uno de los múltiples ejemplos de etimología-ficción del padre Larramendi: si “bolín”, según el jesuíta, era instrumento, por onomatopeya “dam-bolin” tenía que ser el instrumento de percusión: de ahí procedía el vocablo "tamboril", por supuesto de ascendencia vasca(5).

Estas afirmaciones siempre rotundas y sentenciosas, aunque hoy día resulten absolutamente indefendibles, tuvieron una importancia nada desdeñable entre los intelectuales vascos del momento, formando además parte y en ocasiones hasta no hace demasiado tiempo de la mitología nacionalista vasca. Y, como vamos a ver, no dejaba de tener sus puntos de conexión con el Iluminismo, en particular roussoniano.
 
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1 “Platón, en su cuarto libro sobre La República, cita al famoso músico de Atenas Damón, quien afirmaba que no se podía cambiar la música del pueblo sin que cambiaran las formas de vida de la república “.
2 José Inazio Ansorena se ha referido en más de una ocasión a la influencia apologista, y también ha mencionado alguna coincidencia con la mentalidad del Despotismo Ilustrado, en particular por encaminar su obra hacia la acción, hacia la imposición de sus ideas (vide, por ejemplo 1991).
3 Su nombre completo es Apología de la lengua bascongada, ó Ensayo crítico-filosófico de su perfección y antigüedad sobre todas las, que se conocen.
4 El vocablo “bascatibia” es uno de los mitos referidos al txistu. Al parecer se debe a Oihenart. Fue desmontado por el padre Donostia (1952:270-2).
5 La etimología más aceptada de las palabras “tamboril” y “tambor” es, a través del árabe, la del persa tabor.
 
 

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