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CON MOTIVO DE SU SEGUNDO CENTENARIO. PAPELES Y COSAS SOBRE IZTUEA 
 
El Diario Vasco , San Sebastián, 9 de noviembre de 1967

No es que sea muy rica la documentación existente en Zaldivia en cuanto a libros parroquiales y menos del Ayuntamiento, porque fueron quemados muchas de ellos en una de las guerras carlistas.

Sin embargo, los documentos familiares de Iztueta, que un día nos proponemos publicar, han corrido mejor suerte gracias a la diligencia y el entusiasmo hacia sus antepasados y emparentados, de José Ángel Mancicidor y descendientes. Quiero dar aquí referencia cumplida de todos ellos, al mismo tiempo que aprovecho la ocasión para dar mis mas expresivas gracias a doña Paulina Imaz Mancisidor. Presciendo en  estos momentos del interesantísimo árbol genealógico,  así como del expediente de hidalguía promovido por el padre del dantzari en 1773 y admitido el 4 de marzo de 1775 en las Juntas Generales de la Provincia en Rentería, después de haber demostrado “ los millares necesarios' “ y ordenándose que se les alisten con los demás hidalgos. Debemos estas noticias, por indicación nuestra, al amable y diligente archivero madrileño don Fernando Muñoz Altea, quien ha consumido buenas horas durante este verano en la ordenación, estudio y clasificación del importante y abastecido archivo municipal de Villafranca de Oria.

Poseemos las siguientes escrituras: Escritura de contrato de la construcción de la casa Iztueta-enea, más tarde llamada Capaindegui; otra de su valoración, amén de diversas ventas, ya que en el testamento del padre quedó dividida en cuatro partes. El testamento del padre de Juan Ignacio, en el que le lega la mejor de las dos capas. El testamento  de la madre, de 1803, y su anulación por otro. El último, del 14 de marzo de 1808, días antes de  morir. Con honda tristeza y auscultando el corazón de madre tan cristiana, leemos la siguiente nota: “ A Francisco Ignacio de Iztueta, ausente, sin que se sepa  su paradero.”  Gracias a don Lorenzo Zubeldia. coadjutor de Azpeitia, empeñado en dar en los archivos de aquel Ayuntamiento con el proceso del danzari, se ha encontrado con otro “ contra  Francisco Iztueta, natural de Zaldivia, por robo de una arquilla de dinero de la iglesia de Olaberria “ . Se trata de este ultimo hermano de  Juan Ignacio. ¿Qué fue de él?  ¿Por qué caminos se lanzó? La madre debió morir muy apenada. Motivos tenía: cárcel de Juan Ignacio, paradero desconocido de otro, abandono por parte de su hijo José María, cuando quedó viuda...

El testamento de cesión en 1820 de parte de Juan Ignacio en favor de su cuñado, José Antonio Mancicidor, y de su hermana María Ana. Otros documentos referentes a los descendientes. Valioso y entrañable legado el que actualmente posee la familia Imaz Mancisidor.

Asimismo, posee esta familia dos corbatas, medias blancas, faja y unas zapatillas bordadas con flores amarillas y verdes, que nos  hablan del gusto  y de la estética  de nuestro danzari. También obró en mano;; de Jóse Ángel Mancicidor el original del libro de las danzas, que se llevó Resurrección María de Azcue y debe encontrarse en manos de algún particular, en 1a Biblioteca Municipal o en la Diputación de Bilbao.


El P. Donosti nos recuerda en el prólogo de la música de las danzas que Francisco María Olarán, que fue en 1916 a enseñar las danzas al Colegio de Lecároz, les dejó en recuerdo una bola, coronada con una banderita, con la que Iztueta adiestraba a sus muchachos.

Estas y algunas  cosas más debieron pertenecer  a la familia Mancicidor. Singular cariño debió profesar Iztueta al sobrino, Hijo de su hermana María Ana, casada con José Antonio Mancicidor, de quien era padrino y se llamaba,  como él. Juan Ignacio.

En casa de este sobrino pasó sus últimos anos en. compañía de su tercera mujer. De ahí que Hayan venido a parar a esta familia Imaz  Mancicidor.

Nos queda sobre todo la casa, primitivamente construida en un bosque de castaños, sin que la rodearan las actuales y con una huerta. En lo que hoy es camino debía sentirse más cerca e inminente 1a presencia del Aralar. En ella habría ruido de cárcolas  y rodinas, capisayos y cuerdas . Y sobre todo, pastores, pastores más numerosos  que hoy en la sierra  de Aralar, que vivían una vida  propia  pobre pero feliz y que paraban  en esta casa para encargos y para hacer un poco de tertulia.  No faltarían leyendas y tradiciones, y con oído bien abierto los iría recogiendo en sus últimos años Juan Ignacio mientras se entretenía escribiendo su historia de Guipúzcoa.

Tal es el balance, no escaso por cierto, de lo que nos queda de la familia Iztueta en nuestros  días. No pequeño fruto de este bicentenario del nacimiento Iztueta será el haber llegado un conocimiento más profundo detallado de esta figura que, fuerza de muchos errores y confusiones, iba camino de ser legendaria.

José Garmemdia
Sevilla, noviembre de 1967

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